Había una vez un rey tan cobarde que notenía ni castillo ni princesa.
Y ocurrió una gran batalla. El ejército peleaba sin cuartel y las espadas chocaban prodiciendo chispas y un Rey un poco cobarde se preparaba para entrar en la lid. Tenía tanto miedo que las piezas de su armadura chocaban unas con otras haciendo un ruido como de cascabeles.
Como no le quedaba más remedio, se fue a pelear pero con la mala suerte que del terror que sentía se hizo caca encima.
Cuando se acercó al combate, el olor que llevaba hacía que muchos soldados se mareasen y caían redondos al suelo.
_ ¡Cuidado, que viene el Rey del Calzón Cagado!
...y todos los caballeros se retiraban de su lado
_¡Cuidado, que viene el Rey del Calzón Cagado!
Apestaba tanto que muchos soldados huyeron y al final, claro está, ganó la batalla por la retirada del enemigo.
Como le había dado tanta suerte, el Rey decidió que no se quitaría los calzones sucios y todos le llamaban ya el rey del Calzón Cagado.
Como premio recibió un hermoso castillo y ahora sólo la faltaba una princesa.
De todas cuantas conocía, la que más le gustaba era una a la que llamaban la Princesa de la Naríz Fina, ya que era capaz de oler cualquier cosa por muy lejos que estuviera.
La pobre Princesa quería mucho al Rey pero cada vez que él se acercaba para hablar con ella, ésta se desmayaba de la peste.
Así que el Rey tuvo que lavarse y lavar los calzones para poder acercarse a la princesa.
Cuando la princesa de la Naríz Fina notó que el Rey del Calzón Cagado ya no tenía el calzón cagado se puso muy contenta y enseguida se casó con él.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado...
y el que no levante el culo, es que lo tiene cagado!
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
y tú, que me cuentas?